Óscar Arnulfo Romero nació el 15 de agosto de 1917 en el seno de una familia humilde del municipio de Ciudad Barrios, en San Salvador. A los 14 años comenzó a estudiar en el seminario de los padres claretianos, continuó con los jesuitas y culminó su formación en Roma, donde se ordenó sacerdote en 1942. Al año siguiente regresó a su país, donde desarrolló todo su apostolado, marcado siempre por su prédica en favor de los más débiles.

Aunque era de perfil más bien conservador y cercano a instituciones como el Opus Dei, inicialmente; la muerte de su gran amigo Rutilio Grande García volcó su admiración por la Teología de la Liberación.

Por su incansable militancia en favor de los derechos humanos y su oposición a la dictadura de su país, se enfrentó con las altas jerarquías de la iglesia local y hasta con el Papa Juan Pablo II, que en un encuentro en el Vaticano llegó a reprocharle su actitud rígida con el régimen salvadoreño.

En 1977 fue nombrado arzobispo de San Salvador por el Papa Pablo VI, quien, significativamente, será canonizado el mismo día que Romero.

La trágica muerte de Monseñor Romero desató una violenta guerra civil que se extendió hasta 1993 y dejó un saldo de 75.000 muertos y al menos 7.000 desaparecidos. Fue precisamente después de la guerra que se emitió un informe de la ONU con detalles sobre el asesinato: se señalaba al ex mayor del ejército Roberto d’Aubuisson, figura de la derecha salvadoreña, como autor intelectual del homicidio.

Con los años, la figura de Romero se convirtió casi en una leyenda en América Latina, donde se lo reconoce por muchos como «la voz de los sin voz».